EL MUNDO

28 agosto 2024

 

'Browning': activar la grasa 'quemagrasas' frente a la obesidad

 

No todo el tejido adiposo de nuestro organismo funciona como almacén de grasa para el futuro

 

La obesidad es un desafío de salud global. Frenar la escalada que el exceso de peso ha experimentado en las últimas décadas, alcanzando proporciones de epidemia mundial, es uno de los retos a los que se enfrentan los sistemas sanitarios de todo el mundo. La ciencia busca soluciones a esta enfermedad, responsable de desencadenar una miríada de trastornos, apuntando a diferentes dianas en el organismo. Una de las más prometedoras es la que se dirige al tejido adiposo marrón o pardo, un tejido con un importante papel «quemagrasas».

 

Su existencia se ha asociado tradicionalmente con la regulación de la temperatura corporal y la producción de calor, pero desde hace poco se sabe también que tiene una función clave en el gasto energético. Si el tejido adiposo blanco, el más común y el que todos señalamos bajo los michelines, actúa como un almacén de grasa para el futuro; el marrón es, entre otras cosas, un sistema de protección para eliminar ese exceso de energía que ingerimos con la dieta.

 

«El tejido adiposo marrón tiene muchas mitocondrias que funcionan como calderas o centrales energéticas capaces de generar calor y consumir más energía. Por tanto, si tenemos muchos adipocitos marrones, puede aumentar el gato energético basal, es decir, la cantidad de calorías que quemamos en reposo», expone la farmacéutica y nutricionista Marián García, más conocida por su alter ego, Boticaria García, que habla de las cualidades de la grasa parda en su último libro, Tu cerebro tiene hambre (Planeta).

 

El problema es que el tejido adiposo marrón tiende a desaparecer a medida que envejecemos. «Este tejido es especialmente vital en recién nacidos, ya que les ayuda a mantener el calor corporal mientras desarrollan la capacidad de tiritar», explica Ana de Hollanda, coordinadora del área de obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínic de Barcelona. En cambio, «en adultos de entre 20 y 50 años, representa únicamente entre 20 y 500 gramos, lo que supone entre el 0,1 y el 0,5% del peso corporal», señala De Hollanda.

 

Por otro lado, este tipo de tejido escasea con respecto a los almacenes energéticos habituales en el organismo. Así, mientras que el tejido adiposo blanco, la grasa más común, puede encontrarse por todo el cuerpo, sobre todo debajo de la piel o en zonas como el abdomen, los muslos, las nalgas, los brazos o rodeando órganos internos como el hígado, los riñones y el corazón; el tejido adiposo marrón solo se encuentra en áreas específicas, como el cuello, los hombros, el tórax o la parte superior de la espalda.

 

La buena noticia es que se están explorando estrategias para mantener la actividad de la grasa parda y prevenir su pérdida asociada a la edad, así como maneras de conseguir que adipocitos blancos convencionales se conviertan en marrones, una transformación que se ha demostrado factible.

 

«Es posible que la grasa blanca se convierta en grasa parda, un proceso que se conoce como browning o o beiging de la grasa blanca», explica De Hollanda. «Este fenómeno se ha observado en varios estudios y se considera una estrategia potencial para combatir la obesidad y mejorar la salud metabólica», añade la especialista, quien aclara que este cambio podría aumentar la capacidad del cuerpo para quemar calorías en lugar de almacenarlas, lo que podría tener implicaciones significativas en el tratamiento de la obesidad y las enfermedades metabólicas.

 

Según la Sociedad Española de Endocrinología, hay dos formas de incentivar la actividad de la grasa parda y lograr esta transformación que, «si bien no son milagrosas, pueden contribuir al cambio».

 

La primera es el ejercicio físico. Además de sus múltiples y conocidos beneficios, como su capacidad para aumentar el gasto energético y mejorar el estado metabólico e inmunológico, la actividad física también promueve la activación de la grasa parda.

 

Y el segundo es la regulación del entorno térmico. «Las temperaturas altas bloquean la actividad de la grasa parda, por lo que se recomienda aumentar la actividad al aire libre y moderar las temperaturas ambientales interiores», señala la SEEN en un comunicado. Boticaria García añade que un pequeño cambio en la temperatura ambiental, como pasar de 24 a 19-17ºC, puede ser suficiente para aumentar la cantidad de grasa parda.

 

Actualmente también se están llevando a cabo investigaciones con medicamentos, «como los agonistas del receptor beta adrenérgico 3, para activar este tejido en humanos», aunque de momento sus resultados no son concluyentes, indica De Hollanda. A día de hoy, no hay evidencias de que ningún fármaco o suplemento permita activar el poder de la grasa parda, por eso no hay que fiarse de cantos de sirena, advierten los expertos.

 

«En internet hay 1.001 anuncios sobre suplementos activadores del BAT, que son las siglas de brown adipose tissue o tejido adiposo marrón en inglés. Soy consciente de que tomar granos del paraíso o pimienta de cocodrilo puede sonar más cómodo que hacer ejercicio físico o bajar el termostato, pero de estas dos últimas formas de activar el tejido adiposo marrón sí hay evidencia científica y de eso no. Por ahora, fármacos y suplementos tendrán que esperar», concluye García.